¿Quieres Publicar con Nosotros?

¡Hola! Estamos iniciando una nueva etapa en este blog, y siendo "el hermano mayor" de nuestra página oficial, ofrecemos que tú, el usuario, puedas publicar tus textos en este blog con plena libertad. ¿Cómo haces eso? Debes enviarnos un e mail a escritoresjuarez@gmail.com para poder darte acceso. Recibirás una confirmación en menos de 24 horas ¡y listo! ¡Esta página es tuya, escritor!

-- Escritores por Juárez

2ndo Encuentro de Escritores de Ciudad Juárez

2ndo Encuentro de Escritores de Ciudad Juárez
Epicentro Juárez

8/12/2012

Un disparo en la noche

Era una noche clara, serena, una leve brisa movía las hojas de los árboles. La temperatura era agradable, terminaba la primavera y empezaba el verano. La tranquilidad se vio rota por un fuerte sonido que hizo alzar el vuelo a una lechuza que estaba parada entre las ramas del viejo eucalipto. ¡Había sido un disparo!. Dentro de la casa se escuchó una confusión y se encendieron las luces.

Agustín Solís, acompañado por su ayudante Juvenal Cruz, acudieron al llamado por el aviso de una muerte violenta. Una casona en las orillas de la ciudad, rodeada de serenas arboledas, escondía la propiedad a las miradas indiscretas. Cuando llegaron, vieron una patrulla de Policía a la entrada de la casa; uno de los policías se acercó a recibirlos:

—A la orden, Comandante, con la novedad de que hay un cadáver en la sala de la casa, un masculino, de mas de cincuenta años; lo miramos desde la puerta y hemos cerrado la habitación, mi pareja está de guardia para que nadie pase. —Bien hecho, compañero, gracias por esas precauciones, yo me hago cargo, ¿tiene una lista de quienes se encuentran en la casa?

—Sí, Comandante, está el señor Luis, es el mayordomo y Juanita, la cocinera. El chofer es Julián, pero llegó a las siete de la mañana. A nosotros nos avisaron a las 7:30 en el módulo de vigilancia y lo reportamos a la central minutos después.


Juvenal estaba tomando nota de todo lo reportado por el policía de turno. Cuando terminó de informar, los Agentes entraron a la casa, una finca de dos pisos, finamente amueblada, aunque con estilos ya pasados de moda. Las puertas eran entableradas, con molduras doradas. La sala era amplia, con dos ventanas hacia la fachada principal, amueblada con dos juegos de sofás y sillones y varias mesas con figuras de bronce unas y porcelana otras. En los muros, cuadros al óleo, originales, de pintores ingleses y un Velasco mostrando el antiguo Molino del Rey visto desde Tacubaya.


Cerca de una de las ventanas se encontraba el cuerpo de un hombre de mas de sesenta años, casi calvo, con un disparo en la cabeza, del lado izquierdo, cerca de la ceja; se apreciaba un orificio pequeño, sin herida de salida. Junto a su mano derecha, un revólver Magnum 380, un charco de sangre, no muy grande, rodeaba la cabeza del occiso. En esa observación estaba Agustín, cuando llegó el fotógrafo Lucas, junto con el Médico Legista José Santoyo, detrás de ellos entró el Lic. Lucero, Agente del Ministerio Público.

—Bueno, ya está completa la familia, dijo Agustín, saludando a los recién llegados. Te dejo la escena, Lucas, para que hagas tu trabajo con calma. Me avisas, matasanos, cuando hayas terminado, mientras platico con el Licenciado Lucero.

Ambos hombre salieron, dejando al equipo de Medicina Legal para que hiciera todo lo necesario para determinar características y hora del fallecimiento. —¿Qué has averiguado, Comandante?, preguntó Lucero.

—No mucho, todavía, pero hay algo raro, parece que alguien arregló la escena del crimen, pero debo averiguar algunas cosas; ya Juvenal está interrogando al personal que atendía al viejo.

Los dos Investigadores caminaron por los alrededores de la casa. Al volver al frente, vieron que las cortinas de la sala estaban cerradas, aunque el ojo entrenado de Agustín notó una pequeña diferencia, se acercó a la ventana, seguido por el licenciado Lucero y comprobó que uno de los cristales había sido cambiado recientemente, pues la masilla del sello se encontraba fresca, por lo que pidió al equipo de huellas dactilares que analizara la ventana y el entorno de la casa.

—¿Qué te hace sospechar que hay algo raro?, preguntó el Ministerio Público.

—Junto al cuerpo, encontré una Magnum 380, es un arma muy poderosa, que hace un pequeño orificio de entrada, pero un enorme agujero de salida, con expulsión de materia encefálica cuando se dispara a quemarropa. El cuerpo no presenta esas características; lo que me hace suponer que no es suicidio, como trataron de hacer creer, además de que, quien lo hizo, es muy tonto, pues supone que no haremos autopsia. Yo creo que le dispararon con un rifle, desde lejos, tal vez con mira telescópica, a mas de 200 metros, pues el cuerpo presenta una pequeña herida de entrada, pero no tiene salida, lo que supone un calibre 22 tipo deportivo. —Muy interesante, Comandante, veremos lo que arroja la investigación. Entremos a ver si ya terminó Santoyo.

Efectivamente, Santoyo, Lucas y Juvenal se encontraban reunidos en la sala, cerca del cuadro de Velasco y lo admiraban.

—¿Qué me tienes, Juvenal?, preguntó Agustín Solís a su ayudante.

—Pues hay algo curioso en las respuestas, pues parece que corresponden a un guión previamente estudiado. Resulta que el mayordomo y el chofer, son primos y la cocinera es amante del chofer. Este último, “no llegó” a las siete de la mañana, pues pasó la noche aquí, esto me lo confesó luego de insistir un poco. El hombre es casado, pero su familia vive en Tampico.

—Por favor, Juvenal, pide a los chicos del laboratorio que les analicen las manos a los tres.

Conociendo lo intuitivo de su jefe, Juvenal no preguntó, solamente dio instrucciones a los encargados del área. En tanto, Agustín platicaba con el doctor Santoyo. —Mira, polizonte, hay algunas contradicciones en este caso. Por el tipo de arma que encontramos junto al cuerpo, el hombre debería tener casi deshecha la cabeza, pero solamente tiene un orificio de entrada, del tamaño de un lápiz, lo que me lleva a pensar que fue muerto con un calibre 22. No hay marcas de pólvora en el cuerpo, lo que habla de que no fue hecho el tiro a quemarropa, pero no veo otras evidencias; luego de la necropsia te daré mas datos.

—Te lo agradezco, matasanos, pero creo saber cómo lo mataron, solo me falta conocer los detalles. Lucas, dijo dirigiéndose al fotógrafo, toma unas placas de los alrededores, especialmente de las ventanas frontales.

—Juvenal, dijo Agustín a su ayudante, vamos a revisar el exterior. Que no salga nadie de la casa, por favor.

Los investigadores salieron y Agustín indicó a Juvenal lo que había observado. Luego de considerar el posible sitio del tirador, los hombres empezaron a caminar contando sus pasos. Llegaron a la zona de árboles hasta donde seguía habiendo visibilidad directa hacia la ventana de la sala. 150 pasos. Observaron los árboles y revisaron en los alrededores hasta hallar un casquillo de rifle calibre 22.

—El disparo se hizo en la obscuridad, dijo Agustín y no pudieron encontrar el casquillo. Aunque se ve lejos, con mira telescópica no es difícil, para una persona con cierta experiencia. Volvamos con nuestros amigos.

Antes de entrar a la casa, los investigadores pasaron por la parte trasera de la casa y en un cobertizo para guardar herramientas, encontraron un cristal en el contenedor de basura, presentaba un orificio. Lo guardaron en una bolsa de plástico y lo entregaron al personal del laboratorio.

Agustín Solís vio a los tres sospechosos. El mayordomo era un hombre de 55 años, un tanto obeso, de movimientos lentos. Siempre había trabajado al servicio de alguien, desde que terminó la Secundaria en Tampico. La cocinera, una mujer de unos treinta años, de agradables facciones y cuerpo proporcionado. Había estudiado cocina en una academia privada y vivía por el rumbo de Coyoacán. No sabía hacer mas que buenos platillos.

El chofer, Julián, un hombre alto y fornido de 32 años, hacía poco tiempo que había llegado a la ciudad, invitado a trabajar por su primo Luis, el mayordomo; había formado parte del equipo de tiro deportivo en el Pentatlón de Tampico. Casado y con dos hijos, recientemente había sido suspendido en Pemex por mala conducta, al hallarse sin trabajo y con familia, no había dudado en venirse a trabajar a México, pensando en mudar a la familia mas tarde.

—Bien, señores, dijo Agustín luego de escucharlos, corroborando las declaraciones hechas a Juvenal, sé muy bien que ustedes asesinaron a su patrón, solamente nos queda determinar el móvil.

—Está usted equivocado, repuso débilmente Luis, nosotros no lo hicimos, el patrón se dio un tiro con su pistola, está junto al cadáver, lo encontré cuando iba a abrir las cortinas, por la mañana.

—¿A qué hora las cerró?, preguntó Agustín.

—Como a las diez de la noche, luego que le serví un café al patrón, quien acostumbraba quedarse leyendo hasta tarde.

—Es curioso, dijo Agustín, leyendo algunas notas que le pasó el doctor Santoyo y unas fotos de Lucas. No se ve ningún libro fuera de lugar, ni un servicio de café, además, la hora probable de la muerte parece ser entre las ocho y nueve de la noche. Por cierto, el cuerpo no tiene rastros de pólvora, algo que queda en un caso de suicidio. —Tiene usted razón, señor, dijo la mujer, nosotros lo hicimos. Yo me enamoré de Julián y nos íbamos a ir a Sonora, prometió casarse conmigo. El patrón tiene mucho dinero y nos trataba muy mal. Don Luis sabe en donde tiene guardado mucho dinero el señor y nos lo íbamos a llevar.

En tanto hablaba, los dos hombres la miraban con odio, pues no contaban que ella iba a declarar tan fácilmente.

—El arma, Julián, ¿en dónde escondiste el rifle?, ya tenemos el cartucho, dijo mostrándole una bolsita de plástico con un casquillo calibre 22. Por mas que lo niegues, la vamos a encontrar, ayúdate un poco declarando.

—Está bien, la escondí entre unos matorrales que hay cerca de donde hice el disparo, lo tapé con hojarasca para recogerlo mas tarde, pero ya no tuve tiempo.

Parado junto a su auto, Agustín miró como se llevaron a los detenidos, pensando que la avaricia siempre estaba presente en esos casos. Se subió a su auto y junto con su ayudante se perdieron en la inmensa ciudad.


Sergio A. Amaya Santamaría Julio 1 de 2011 Ciudad Juárez, Chih.

1 comentario: